LA CRISIS DE SEGURIDAD ALIMENTARIA: ¿LA PRÓXIMA GRAN PANDEMIA?
LA CRISIS DE SEGURIDAD ALIMENTARIA: ¿LA PRÓXIMA GRAN PANDEMIA?
Por Darinel Herrera
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) define la seguridad alimentaria como el acceso físico, social y económico de todas las personas, en todo momento a los alimentos suficientes, seguros y nutritivos para satisfacer sus necesidades dietéticas y preferencias alimentarias para una vida activa y saludable. (FAO, 1996).
A partir de esta definición podemos comprender que el acceso a los alimentos puede darse únicamente a través de tres modalidades: acceso físico, acceso social y acceso económico.
- Acceso físico: Acceso a los alimentos por producción propia o comercio.
- Acceso económico: Acceso a los alimentos a través del poder adquisitivo.
- Acceso social: Acceso a los alimentos a través de las relaciones sociales.
La FAO afirma que el uso y la combinación simultánea de los tres tipos de canales de acceso a los alimentos, es recomendado como un mecanismo de contención ante una catástrofe de seguridad alimentaria global, únicamente cuando existe un escenario social y económico tan adverso (una tormenta perfecta) donde estén presentes las siguientes tres condiciones en su conjunto:
- Cuando el resultado de una actividad de producción de alimentos es incierto.
- Cuando el poder adquisitivo de las actividades generadoras de efectivo está sujeto a cambios repentinos y dramáticos en los precios.
- Y cuando la seguridad laboral es baja.
Es decir, un escenario socioeconómico tan complejo como el que estamos viviendo actualmente, que podría estar anunciando el inicio de la Gran Crisis Alimentaria, de la que tanto hablan los expertos desde ya hace tiempo.
Una crisis alimentaria global de magnitudes colosales, que pondría en riesgo de hambruna a más de 265 millones de personas.
¿DE VERDAD, NOS FALTAN ALIMENTOS?
En realidad la razón y origen de esta crisis, no es por lo que te imaginas, no es que falten alimentos. De hecho los datos estadísticos indican que 2020 ha sido un año de abundantes cosechas en general a nivel global. Pero la crisis alimentaria que llega, es por todo lo contrario. Es por que sobran alimentos para un mercado agroalimentario con una demanda rota por el aumento del desempleo, por el proteccionismo de las economías avanzadas y por el colapso de las cadenas de suministro.
Una crisis que obligará a los más empobrecidos a elegir entre proteger su salud o proteger sus medios de vida.
El gran daño que ha causado la crisis económica derivada de la propagación del virus Covid-19 a la disponibilidad mundial de alimentos tienen dos vertientes:
Por un lado, se ha roto la oferta. Los agricultores, los distribuidores principalmente de productos perecederos (frutas y verduras) están reduciendo la producción a medida que sus principales clientes (hoteles, restaurantes, escuelas y aeropuertos) han tenido que parar o reducir sus operaciones.
Esto está provocando producciones excedentes, que arruinan a los productores ya que no encuentran a sus habituales compradores.
El dilema está, en cómo asegurar en 2021 se plante lo mismo que en 2020. De tal forma que haya comida el próximo año. Si no ayudamos en este momento a los productores, estos no van a tener liquidez para plantar sus próximas cosechas, y entonces sí, estaremos bajo un grave problema de escasez de alimentos. Asegura, Máximo Torero – Jefe del Departamento de Desarrollo de Económico y Social de la Agencia de la ONU para la Agricultura y la Alimentación FAO.
La segunda vertiente son los consumidores. Los hogares pobres y desempleados se están quedando sin dinero. Incluso cuando los productos aún están disponibles en los mercados locales.
Este fenómeno, en los países en vías de desarrollo es todavía peor, porque además de los ciudadanos, los que se están quedando sin dinero son los importadores. Quienes son los encargados de llevar los alimentos a las tiendas y a los mercados, hasta que finalmente estos llegan a nuestra mesa.
A esto hay que sumarle la caída del precio del petróleo (la principal fuente de ingreso de los países en vías de desarrollo para solventar el pago de sus importaciones) y la subida de alimentos básicos como el trigo y el arroz, debido a la especulación y el proteccionismos de los principales países productores y de los importadores más ricos. Así como, el acaparamiento y almacenaje para el autoconsumo de países desarrollados, menciona el periodista Ernesto Torrico en su documental – Salud o comida: La falta de alimentos para 2021 por el covid de la que avisan FAO y Banco Mundial.
Un escenario inquietante que podría exacerbar la desigualdad entre pobres y ricos.
Sin duda, la pandemia de COVID-19 ha provocado una dramática pérdida de vidas humanas en todo el mundo y presenta un desafío sin precedentes con profundas consecuencias sociales y económicas, que incluyen comprometer la seguridad alimentaria y la nutrición, asegura Flore de Preneuf – Representante del Banco Mundial.
La sostenibilidad alimentaria es quizás uno de los puntos más sensibles e importantes de la agenda de desarrollo sostenible 2030, publicada por la Organización de la Naciones Unidas (ONU). Una problemática global a la que no le hemos dado la importancia que merece.
América Latina y el Caribe (ALC) cumple un rol central a nivel mundial en cuanto a la seguridad alimentaria (es la principal región exportadora neta de alimentos) y la sostenibilidad ambiental (es un gran sumidero de carbón con sus bosques, fundamental en los ciclos global del oxígeno y del agua, y la reserva principal de biodiversidad). Por ende, las acciones que se tomen en la región en lo que respecta a estos dos temas afecta no sólo a sus países miembros, sino a nivel mundial, asegura Eugenio Díaz-Bonilla, Jefe del Programa de Latinoamérica y el Caribe del IFPRI.